domingo, 31 de enero de 2010

Una experiencia de Vida.

Hola amigas y amigos hermanados en esta fuente de energía viva y fructífera conocida como Reiki.
Tengo el privilegio de ser una de las primeras alumnas de Meli y, además amiga personal. Ella me “acoge” con su preciosa y cálida luz violeta cada vez que los avatares de mi existencia se me descontrolan y mi espíritu va a su “casa” buscando reconfortarse. Sé lo enormemente intuitiva que es y el gran cariño que ha depositado en la construcción de este blog; también sé de su humanidad y del sincero compromiso que ha adquirido de servicio a los que sufren. Por eso, y por muchas cosas más, y porque quiero cumplir con mi compromiso hacia ella de haceros partícipe de alguna de mi experiencia con el Reiki, es por lo que, con su permiso me dirijo a vosotros.
En primer lugar tengo que confesaros que soy reikista de nivel I desde hace algún tiempo (debéis saber que en la Escuela de Meli lo que menos importa es el tiempo y la adquisición de “niveles”, ella necesita estar segura y pausa nuestra iniciación y la administra conforme a una sabiduría que yo definiría como Inmanente); no obstante, lo beneficios que me ha aportado han sido de tal calibre que mi vida ha dado un giro radical: estaba hundida en la arena y cabeza abajo y ahora, no sólo respiro aire libre, sino que además “brillo” . Este fue el principio, a partir de ahí he tenido otras muchas experiencias, pero la que mejor puede ayudar a comprender la trascendencia de la Teoría de los Recuerdos de Meli es ésta:
Soy la más pequeña y la niña de un reducido núcleo familiar compuesto por mis abuelos maternos; mi padre (un marinero que estaba más tiempo en la mar que en casa), mi madre y mi hermano, mayor que yo cerca de seis años; mi tío (hermano de mi madre), mi tía y mi primo; todos conviviendo bajo el mismo techo.
Expongo estos antecedentes para que se vean más claramente mis hechos.
Pues bien, yo siempre tuve unos enormes celos de mi hermano, pensaba que como era el primero de todos (el primer nieto, el primer hijo y el primer sobrino), y además era un niño muy meloso, obediente y listo, pues todos lo querían mucho más que a mí que era “un rabo de lagartija” (como me decía mi abuela); este sentimiento a medida que fui creciendo lo fui obviando, pero de vez en cuando hacía acto de presencia y eso me hacía alejarme de él y de mi familia (sobre todo de mi madre). Mi padre siempre decía que a él le hubiera gustado haber tenido muchos hijos (como es normal en la mayoría de las familias de los marineros) y mi madre, de alguna manera sentía ese peso en su corazón y en su vientre (tuvo que ser operada de un mioma con apenas cuarenta años); este hecho se me había pasado por alto durante toda mi vida hasta que un día, haciéndome autoreiki (como me había mandado mi Maestra) sentí mi nacimiento. Presencié y, como quiera que fuera que estuviera en la habitación de mis padres, me vi nacer y fui consciente del enorme revuelo que causó mi llegada en aquella casa: ¡Una niña! ¡Y después de casi seis años buscándola!. Mi abuela gritaba ¡Migué, Migué! (llamando a mi padre) ¡Una niña!¡Es una niña!; todos se apresuraban a cogerme entre sus brazos: mi padre, mi abuelo, mi abuela, mis tíos ¡hasta mi hermano!; todos me miraban sonrientes y emocionados diciendo ¡una niña y que linda es!, me sentí tan querida, tan deseada. Una enorme oleada de amor encendió mi corazón y su luz alumbró aquellos episodios escondidos y ennegrecidos por los años de rencor. Busqué el álbum de fotos y allí en sus páginas descubrí “otra” verdad: mi hermano (mi Chaché, como lo llamaba porque no sabía decirle Migué) me cogía de la mano cariñosamente, él siempre había estado conmigo protegiéndome y cuidándome; él siempre me había visto como algo especial, como su Chica ¡Con la de veces que me había enfadado con él diciéndole que yo no era “Chica”!
Hoy siento, sé, que esa oleada de energía renovada ha limpiado parte de ese atavismo malsano en el que nos sumergen los “yo pensaba, yo creía, yo me figuraba…”, depurando no sólo mi pasado, sino que tal vez ha trascendido más allá y, en la línea sucesoria familiar ha adquirido nuevos matices. Gracias mi querida Maestra por este maravilloso Don con el que me ha dotado. Un beso a todas y a todos.

3 comentarios:

  1. Gracias, amiga...sobraba un poco tantos elogios hacia mi, pero bueno, siempre te los agradezco.Porque aveces, una que es humana se siente insegura de que lo que hace sirva de algo, pero ahora con el paso del tiempo y las experiencias cada vez estoy más segura de que nosotros ayudados o apoyados por reiki, meditación, lecturas....podemos cambiar y podemos construir un mundo mejor. Un abrazo, meli

    ResponderEliminar
  2. Comparto lo que dices sobre meli,es un ser de luz tan amoroso,tan calido;con tanta compasion y ternura que no pararia...los que la conocemos sabeis de que os hablo,si la conoces la amas no hay mas,irradia y da tanto amor que ilumina tu alma.
    Yo no tengo la suerte de conocerla en persona,pero algun dia realizarte ese sueño...
    A mi me ha ayudado a vivir,cuando no podia seguir aqui.
    Bueno,tan solo queria dar mi testimonio.
    Ana

    ResponderEliminar