jueves, 23 de febrero de 2017

Reflexiones de 2014 y 2011



Un día leí algo que me hizo reflexionar:  La distancia que existe entre un electrón del átomo hasta el núcleo del mismo, es proporcional a la distancia que hay entre una hormiga, que estuviera situada en el muro exterior de una catedral hasta el centro de la gran arquitectura.


Es curioso pensar, que un electrón está  distante de los protones y neutrones del mismo átomo y, sin embargo, todos unidos son capaces de formar la materia, definir un objeto que se puede ver y tocar. Entonces... por qué ?nosotros que estamos más próximos los unos de los otros, más cercanos físicamente que esa pequeña hormiga o que ese electrón, por qué? no nos sentimos unidos? piel con  piel, como una misma cosa, como un mismo ser, una sola materia universal unida.


Si viviéramos ese sentimiento de unidad, no existirían las desigualdades, injusticias, envidias, odios, guerras... no sería entonces, como vivir en el cielo?

La materia para que sea tal vibra, aunque su vibración no la notemos, como no percibimos los rayos ultravioletas y sin embargo vemos los colores, que no existen.
Nuestros sentidos nos engañan como nos cuenta Platón en su Mito de la Caverna.

Dejando la materia vibrar me pregunto:
Y los pensamientos, los sentimientos, emociones...y nuestra alma? 


Imaginaros que esta conciencia también está  formada por ondas que vibran en una frecuencia distinta a la de la materia, en otro rango de frecuencia más elevada, más compleja. 

Pero el odio, el rencor, la culpa, el miedo, vibran disonantes como un violín desafinado en medio de una orquesta y hace que la obra pierda toda su armonía.
Notamos la energía crispante de la violencia igual que percibimos la energía apacible de las buenas personas, somos receptores de ondas aunque no hayamos desarrollado esta facultad.
Con nuestra agresividad podemos crear más agresividad y con nuestra serenidad apaciguar a las fieras.
El alma Sí transmigra, pero no como Platón pensaba o el pueblo hindú cree.

Me atrevo a dibujar una teoría, para mí, hermosa  porque ha salido de mi propia experiencia y a la que un día loco la llamé "Escuela de la Teoría de los Recuerdos"


He detectado miedos y comportamientos muy profundamente ocultos en personas que no entienden el por qué de su existencia por eso, no he tenido más remedio que entender que las vivencias dramáticas con un alto componente emocional tienen la capacidad de grabarse en los genes, y así se heredan como se heredan los ojos azules o un pequeño lunar debajo del labio. Tal vez eso sea lo que llaman el pecado original, porque está en los orígenes del ser como si una marca negra se tratara.

Es como una piedra que se cruza en nuestro camino y que si no se deshace o aparta, será un obstáculo que de generación en generación dificultará la vida y en la que tropezaremos una y otra vez.

¿Y qué pasa después de la muerte?

Los átomos de la materia continuarán vibrando, tendrán otras características pero no dejarán de ser átomos unidos en una determinada estructura.
¿Dónde va nuestro espíritu, nuestra alma?
Una parte, la más oscura se hereda de padres a hijos, es nuestro "Karma." Esa piedra que obstaculiza nuestro andar en la vida de forma feliz.
Otra parte, la más hermosa, se transmite con nuestros actos, con el ejemplo de vida, con la educación que es capaz de cambiar las vilezas que aún llevamos a cuesta y que nos hacen ser "menos humanos" .

A medida que vamos superando nuestro lado más amargo y oscuro, las ondas de nuestro cerebro se van haciendo más armónicas.

Tal vez esa sea la finalidad de nuestras vidas. Porque con la muerte, estas ondas de frecuencia superior, como son nuestra conciencia, nuestros pensamientos, planes y superaciones...continúan vibrando y depende de nosotros que sean armónicas o disarmónicas, de odio o de amor.
La mayoría de las religiones creen en un alma individual e inmortal, pero eso es como pensar en un alma que será recompensada con una parcela en el paraíso o que transmigra a un nuevo cuerpo.


Pero estas ondas ya no nos pertenecen individualmente después de la muerte, va a formar parte de una frecuencia universal y eterna.
De nosotros depende que estas ondas tengan el sonido de una buena obra musical, que no hayan sonidos crispantes sino que formen parte de una inimaginable sinfonía.


Tal vez así, entre todos, aunque sea aportando un leve cambio en la Vibración Universal, nuestros descendientes, la humanidad, pueda un día aquí en la Tierra tocar el Cielo con la punta de los dedos.


Así sea.