domingo, 28 de marzo de 2010

Símbolos de la Vida y del Crecimiento

              
En el norte de la India, el cual proporciona el escenario de El sutra del Loto Blanco, hay tres estacione de aproximadamente cuatro meses cada una.
Está la estación fría, en la que, según el estándar de la India, hace frío constantemente; es algo así como el verano inglés pero sin la lluvia. Está la estación cálida en la que hace muchísimo calor. En ésta no llueve nada y parece que cada vez hace más calor.
Toda las hojas de los árboles se caen y la vegetación se pone marrón y seca; la tierra está dura como el ladrillo cocido, y al final de la estación cálida se abren grietas en el suelo, algunas tan anchas y profundas que al caminar hay que tener cuidado para no caer dentro de ellas. Las vacas que merodean en busca de comida levantan un polvo denso que hace que la atmósfera tome un color amarillento.
Entonces, en julio ante nuestros ojos empieza la estación de las lluvias. El tiempo es caluroso y despejado y, de pronto, a una velocidad milagrosa aparece una nube oscura enorme que tapa el sol y en cuestión de unos minutos todo el cielo se nubla, nubes azul- grisáceo que se vuelven casi negras. Por todas partes relampaguea y el estruendo de los truenos va de una parte a otra del cielo. Entonces se oye un sonido como el de un viento
tremendamente fuerte, y cae la lluvia. Cae a pozales por días y días y días. El agua se arremolina bajo los pies constantemente y el suelo es un gran mar de barro. Los ríos se vuelven amarillentos y se desbordan. Por las dispersas aldeas cae aquí o allá alguna pared de las chozas construidas con barro y, a veces, aldeas enteras son arrastradas por la inundación.
Pero entonces, unos días después del comienzo de la estación de las lluvias, ocurre algo maravilloso. Como por arte de magia, la tierra amarillenta y reseca de pronto se cubre completamente de verde y crece en ella todo tipo de vegetación. Los campos de arroz se llenan de brotes de color esmeralda, e incluso en los arbustos chaparros y duros salen hojas. Los bambúes y las plataneras crecen varias pulgadas en una sola noche. Todas las plantas, los árboles y los arbustos comienzan a crecer.
Después de muchos meses de calor intenso y sequía, el principio de la estación de las lluvias en la India es acogido con tal alegría que es difícil concebir el sentimiento de los ingleses ante las lluvias de abril. El monzón indio trae consigo un gran alivio, es el agente de una transformación mágica. Esta es una escena representada frecuentemente en el arte, especialmente en las pinturas en miniatura de los mongoles, y es también descrita en los textos en pali y en sánscrito. Se la describe también en la parábola de la
gran nube, llamada también parábola de las plantas que está en el capítulo quinto de El Sutra del Loto Blanco. En la traducción de Soothill de la versión china de Kumarajiva
dice así:
        Es como una gran nube que surge sobre el mundo,
        cubriéndolo todo; nube benévola llena de humedad.
        Relámpagos y centellas deslumbrantes
        y la voz del trueno en la lejanía vibra
        trayendo alegría y alivio a todos.
        Los rayos del sol ocultos y la tierra se refresca.
               La nube desciende y se esparce
como ofreciéndose a que se la tome y recoja.
Llueve igual por todas partes,
la nube desciende a cualquier sitio y cala toda la tierra.
En las montañas, junto a los ríos, en los valles,
en los recovecos más escondidos, allí crecen plantas,
árboles y hierba, árboles pequeños y grandes.
Los brotes crecientes del grano,
la parra y las cañas de azúcar
son nutridas por la lluvia y enriquecidas en abundancia.
El seco suelo se empapa,
florecen juntos la hierba y los árboles.
Del mismo agua que desciende de la nube,
plantas, árboles, junglas y bosques,
según su necesidad reciben el riego.
De toda la variedad de árboles, los grandes,
los medianos y los pequeños,
y en todos según su tamaño,
crecen raíces, troncos, ramas, hojas,
flores y frutos de vivos colores.
Donde quiera que llega esta lluvia,
todo se vuelve fresco y lustroso.
El riego aun siendo uno sólo, hace que todo florezca
según su naturaleza, forma y tamaño.
Del mismo modo aparece también
el Buda aquí en el mundo,
igual que una gran nube,
cubre todo de modo universal.
Habiendo aparecido en el mundo,
por el beneficio de todos los seres,
discrimina y proclama la verdad
con respecto a todas las doctrinas.
El Gran Santo honrado por el mundo,
entre los hombres y los dioses,
y entre todos los demás seres,
proclama en todas direcciones:
“Soy el Tathagata,
el ser honrado por los hombres.
Aparezco en el mundo como una gran nube
y hago descender la nutrición
para todos los seres en la sequía,
para liberarlos de su miseria,
para que alcancen el gozo de la paz;
gozo en este mundo y gozo en el Nirvana.
¡Dioses, hombres y todos los seres!
Escuchad con la mente atenta,
¡Contemplad al Incomparable!
Soy aquél honrado por los hombres,
        a quien nadie se iguala.
Para dar la paz a todos los seres,
aparezco en el mundo.
A las multitudes de seres vivos,
predico la Ley pura dulce como el rocío;
la única Ley de la liberación y el Nirvana.
Con voz transcendental proclamo esta verdad,
siempre tomando como tema el Gran Vehículo.
Miro sin parcialidad a todos
donde quiera que estén,
sin distinción entre personas,
o mente con amor y mente con odio.
No tengo ni predilección ni límite;
siempre predico la Ley igualmente a todos los seres,
como predico a uno, predico a todos.
Siempre proclamo la Ley,
nada más me ocupa.
Yendo, viniendo, sentado o de pie,
nunca me canso de hacerla descender
en abundancia sobre el mundo;
como la lluvia que todo lo nutre.
Sobre honorables y humildes,
sobre los que cumplen la ley y los que no,
los de carácter perfecto e imperfecto,
los ortodoxos y los heterodoxos,
los de inteligencia despierta
y los que no la tienen,
sobre todos hago caer la lluvia de la ley incansablemente.

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